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No insista... ¡Persista en la visión!


Todos conocemos a alguien que es tan, pero tan insistente, que resulta fastidioso. Hay hijos que a punta de insistencia, pretenden conseguir lo que quieren. Hay padres que insistiendo, a lo que denominamos cantaleta, buscan corregir a sus hijos y formarlos solo con insistir en lo mismo.

El diccionario define insistir como repetir la súplica o petición, reiteradamente. Otra definición es apretar o urgir la pronta ejecución de algo. Ahora apliquemos estas definiciones desde la perspectiva de la oración: repetir la súplica o petición (no concentrarnos en Dios) o utilizar la oración para apretar o urgir la ejecución de algo. ¿Y a quién le urge ese que usa la oración para insistir? Pues a Dios.

Ahora quiero invitarlo a que recuerde a alguien insistente… ¿Ya lo hizo? Seguramente coincidirá conmigo en que es un martirio. Muchas veces, los cristianos vemos la oración como un largo momento de insistencia, al punto de convertirla en un pliego de peticiones que se repite una y otra vez. Ese es un grave error: insistir ante Dios se parece mucho al reproche, como si le dijéramos: ¡Mira!, no eres un buen padre porque no me escuchas, así que insisto hasta que me des lo que creo que necesito. O también: ¡Oye! Como eres un padre olvidadizo, te recuerdo que necesito tal cosa.

De otro lado, no lo invito a que se compare con Dios, pero recuerde que somos hechos a su imagen y semejanza. Si cree en lo anterior, entonces pregúntese: ¿me gusta que me insistan? Como somos seres imperfectos, a veces si nos gusta, porque queremos posar de importantes. Pero Dios no necesita posar de nada: Él es importante, y lo sabe. Dios tampoco es soberbio, ni quiere que le insistamos… a Él no le interesa que le saquemos un sí. Es más: tengamos claro que la insistencia es pura palabrería y eso, finalmente, conduce a la parálisis, pues nos quedamos insistiendo (hablando) y no hacemos nada para avanzar. Es que en la insistencia se le deja a Dios toda la responsabilidad y descuidamos lo que debemos hacer para continuar. Es más: de tanto insistir, se termina perdiendo el objetivo, pues se habla tanto de aquello en lo que se insiste, que se pierde lo importante: actuar.

Antes de seguir, es necesario recordar que para Dios, la insistencia tiene una connotación distinta a la súplica para pedir o exigir algo. La palabra insistir aparece solo dos veces en la Biblia, y en ambas oportunidades se relaciona con la insistencia para que alguien reciba un obsequio o un regalo sensacional. En Génesis 33,11, Jacob insiste ante Esaú para que le reciba el regalo que le ha llevado. La otra mención de insistir se presenta en Tito 3,8, en donde Pablo le pide a su discípulo que insista ante los creyentes en que somos justificados por la gracia de Dios. Recordemos que la gracia es un regalo, algo que Dios nos da, pero que no merecemos.

No se puede desconocer que a Dios le gusta que le manifestemos nuestras peticiones, le contemos las preocupaciones, le demos gracias y nos ocupemos de Él, es decir, nos enfoquemos solo en Él y no en los problemas o necesidades. Así lo manifiesta en Filipenses 4,6:Por nada estéis angustiados, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.

Dios no dice: insista y ore 36 horas al día… dice haga la petición y ya. Pero ese ya tiene otra connotación mucho más importante: Dios nos invita a persistir, que es bien diferente a insistir. En la Biblia abundan ejemplos de persistencia: En Lucas 18,2, Jesús narra la historia de la viuda a la que un juez no le prestaba ninguna atención. Pero la mujer no se quedó paralizada: iba cada rato al juzgado, presionaba y le pedía al juez que cumpliera con su deber. Imagínese lo que es ir a donde un funcionario inepto a pedirle que haga aquello por lo que le pagan… Muchos deciden renunciar a semejante empresa. Pero la viuda no lo hizo y por tal motivo, su persistencia finalmente fue recompensada.

Hay otras personas que renuncian a perseverar, simplemente porque carecen de una visión. Si usted quiere persistir, lo primero que necesita es saber en qué lo va a hacer: si tiene un proyecto profesional, o comprar un carro o una vivienda, entonces sueñe el proyecto, elabórelo detalladamente y luego presénteselo a Dios. Pero no se quede ahí: busque las herramientas para que esa visión sea una realidad acorde con la voluntad de Dios. En Lucas 5,18 encontramos un ejemplo de persistir en una visión, que en ese caso era la sanidad: Sucedió que unos hombres que traían en una camilla a un hombre que estaba paralítico, procuraban entrar y ponerlo delante de él. Pero no hallando cómo hacerlo a causa de la multitud, subieron encima de la casa y por el tejado lo bajaron con la camilla y lo pusieron en medio, delante de Jesús. Al ver él la fe de ellos, le dijo:

—Hombre, tus pecados te son perdonados.

Mire: Dios no quiere gente insistente… ¡Anhela gente persistente! ¿Qué es persistir? Es mantenerse firme o constante en algo y proseguir lo comenzado hasta conseguir la meta. A muchos les pasa lo que ocurre con algunos niños: quieren ser famosos cantantes. Entonces oran y oran y no pasa nada. Se enfurecen y renuncian. Pero esos niños, ¿están en un conservatorio? ¿Practican? ¿Se esfuerzan?¿Son valientes?

El mejor ejemplo de persistencia es Jacob. En Génesis 32,24 nos cuentan que Jacob buscaba una bendición. Él no se quedó insistiendo e insistiendo, sino que pasó a la acción. Peleó toda la noche, salió herido, pero no renunció.

Esto resulta revelador: Persistir es actuar, perseverar y trabajar para obtener la visión. A Dios le agrada enormemente aquel que no renuncia a su visión, que no se deja desenfocar: recuerde que persiste el que tiene una visión acorde con los dones y talentos que Dios le ha dado… lo demás, la insistencia, es palabrería que solo paraliza el cuerpo y el espíritu e impide que Dios actúe en su vida.

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