Dios es más que un medio para combatir la depresión: está cerca para acompañarnos y llevarnos a la victoria
Dios es generoso: no se queda solo con ser el medio, sino que nos lleva de la mano en la batalla.
Por favor, no pierda de vista un asunto fundamental para vacunarse contra la depresión: que Dios está a una mano de distancia.
Con Dios ocurre, guardadas las proporciones, como sucede con cualquier padre que comparte con sus hijos pequeños en el parque: aunque está muy cerca los deja jugar, se goza con su alegría, pero si tropiezan o son amenazados, salta de la banca como un resorte para estirar su mano y salvar a su pequeño. Eso ya lo sabía David, como lo señala en el Salmo 34,18: El Señor está cerca, para salvar a los que tienen el corazón hecho pedazos y han perdido la esperanza.
Es que Dios sabe que las aflicciones son heridas dolorosas en sus hijos, y como tal, Él se convierte en bálsamo para sanar las llagas que produce la depresión. ¡Utilícelo! El ungüento de Dios es poderoso y efectivo y por tal motivo, es imprescindible en el botiquín de primeros auxilios que utilizamos en nuestras vidas. El Salmo 147,3 así lo indica: Él sana a los que tienen roto el corazón, y les venda las heridas.
Otro aspecto importante que debe llenarlo de seguridad, es que la vacuna contra la depresión no es una opción que Dios elige caprichosamente. Por el contrario: el Padre prometió limpiarnos de las aflicciones y usted y yo lo sabemos, Dios no miente.
En Isaías 43,1 dice: No temas, que yo te he libertado; yo te llamé por tu nombre, tú eres mío. 2Si tienes que pasar por el agua, yo estaré contigo, si tienes que cruzar ríos, no te ahogarás; si tienes que pasar por el fuego, no te quemarás, las llamas no arderán en ti.
La promesa de Dios frente a la depresión es tremenda: Él estará ahí como bálsamo, como libertador, como fuente de valentía, para sacarnos cuanto antes de esa trampa en la que caímos.
Y es una promesa personal: el nos llama por nuestro nombre, nos recuerda que somos de su propiedad y como tal, quiere garantizarnos una vida de gozo y esperanza. Por eso, cuando enfrentemos la depresión, Dios nos garantiza que saldremos victoriosos.
Así las cosas, ya sabemos que Dios está listo para rescatarnos de la depresión. Pero, ¿cuál es nuestro aporte para que la vacuna contra la depresión funcione? La respuesta es una palabra que lo invito a tenerla presente de manera permanente: foco. Si, ¡enfóquese en Cristo!
Cuando se encuentre deprimido abandone lo que esté haciendo –que no será mucho por aquello de la parálisis que genera la aflicción- y entre en oración. Una vez ahí, bendiga a Dios, recuerde todos los beneficios que le ha dado en la vida, pida perdón por sus pecados y agradézcale con todas sus fuerzas, las bendiciones y la misericordia que tiene con usted. Así lo hizo David, y ya sabemos los resultados:
Salmo 103
1Bendeciré al Señor con toda mi alma; bendeciré con todo mi ser su santo nombre.
2Bendeciré al Señor con toda mi alma; no olvidaré ninguno de sus beneficios.
3Él es quien perdona todas mis maldades, quien sana todas mis enfermedades,
4quien libra mi vida del sepulcro,quien me colma de amor y ternura,
5quien me satisface con todo lo mejor y me rejuvenece como un águila.
Entonces, hágase parte del esquema de vacunación contra la depresión, bendiga a Dios con todas sus fuerzas, recuerde todo lo que ha hecho por usted, no olvide que tenemos un Dios perdonador y misericordioso y sobre todo, sea agradecido, pues la acción de gracias nos sirve también para recordar que Dios ha sido bueno.
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